
Resumen
La transformación del aprendizaje en la actualidad es para reflexionar sobre el uso de la tecnología donde el alumno encuentra muy fácil la información requerida y con eso considera que ha aprendido.
Es necesario que la sociedad abandone la imagen mental donde un docente es impositivo y lo sustituya por un profesionista que facilite la comprensión de la educación que reciben los alumnos, misma que converja en la experiencia y la guía del docente facilitador.
Palabras Clave: Facilitador, educación, aprendizaje, experiencia
En una época en donde la información se suele encontrar hasta en el rincón más recóndito del internet, donde los estudiantes prefieren “googlear” su tarea en lugar de dedicar una tarde a visitar una biblioteca, es de suma importancia que la labor del docente evolucione desde la raíz, que pueda comprender desde el Estado, que la transformación de su labor se convierta en un facilitador del aprendizaje.
La generación millenial, fue la última que creció con dichos de los padres en donde se le debía temer al maestro, incluso tratar de aprender con técnicas que solo hacían que el alumno memorizara conceptos en lugar de comprenderlos. La gran mayoría de mexicanos crecieron en ese modelo educativo, donde si no memorizaban era significado de que no habían aprendido nada.
De acuerdo a la Real Academia Española, el término aprender se define como: “Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia”, y es interesante como desde la definición de la autoridad de la lengua española se atraviesa la concepción de experiencia.
Gabriela Fairstein (2003) describe la situación, “la realidad es que durante siglos el aprendizaje no fue un problema: el maestro enseñaba y si algún alumno no aprendía, era problema del alumno, nunca del maestro”
En la actualidad, lejos de que el docente sea una autoridad impositiva, en donde es incuestionable, la misma sociedad se ha dado a la tarea que ese paradigma se vaya modificando, y con base a esas necesidades, algunos países la han recogido para realizar transformaciones en pro de los alumnos, donde ya no solo es una autoridad sino ahora es un acompañante de la educación.
En México, el artículo 3ero constitucional, garantiza el acceso a la educación y la cobertura de la misma en todo el territorio nacional, desde la educación básica y media superior, siendo esta obligatoria, hasta la superior, misma que también es obligada por el Estado, marcando que las autoridades federales y locales deberán fomentar la inclusión, permanencia y continuidad de la misma, dicho acuerdo puede ser verificado en el Diario Oficial de la Federación con entrada en vigor desde el 15 de mayo de 2015.
Con un contexto tal, el Estado tiene una tarea importante, y es la formación de docentes que puedan lograr la cobertura a la que está obligado, y por tanto no solo garantizarla, sino también darle calidad. En las aulas donde se forma a los nuevos docentes, es imprescindible que a través de la práctica profesional pueda transformar la dinámica antigua de la repetición o memorización, pueda sustituirla por la experiencia.
Las políticas públicas permiten hacer eco de las necesidades de la población y que estas lleguen a las más altas esferas del Estado, mismas que permiten realizar modificaciones en la Ley e incluso proponer reformas, las cuales han sido creadas a partir del consenso de actores del entorno y puedan eliminar la carencia analizada.
Tal fue el caso de la Reforma Educativa propuesta en el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto (2013), misma que emana a la Ley General del Servicio Profesional Docente, en donde describe que el personal encargado de la educación debe contar con las siguientes características:
“Al profesional en la Educación Básica y Media Superior que asume ante el Estado y la sociedad la responsabilidad del aprendizaje de los alumnos en la Escuela y, en consecuencia, es responsable del proceso de enseñanza aprendizaje, promotor, coordinador, facilitador, investigador y agente directo del proceso educativo”
Es imprescindible rescatar las últimas palabras, y tomar en consideración que las mismas hicieron eco también en la educación superior, en donde los docentes o también llamados catedráticos, pasaron a convertirse en facilitadores de la educación.
Precisamente en este nivel educativo se ha normalizado que los facilitadores sean expertos en la materia, profesionistas que han sobresalido en su área y que a través de la experiencia profesional acompañan el proceso de aprendizaje de los alumnos que estudian una licenciatura.
La globalización del siglo XXI exige una mayor independencia del alumno de cualquier nivel, ya que la información la pueden encontrar a un clic de distancia. Muchos alumnos se “educan” a través de lo hallado en internet, pero en el momento, adolecen de una figura que guíe sus dudas, que contextualice la información y que al mismo tiempo pueda usarla para que el alumno construya su conocimiento y así mismo pueda vivir una experiencia de aprendizaje más enriquecedora.
La sociedad podrá considerar que el término “facilitador” puede llegar a ser despectivo o le reste autoridad al docente, sin embargo, por fin describe de manera adecuada su papel en el aula, porque converge su experiencia en el área profesional, con dinámicas que apoyan al estudiante a aprender y aplicar el conocimiento de inmediato.
Para Rosalba Treviño-Reyes (2016) el propósito del facilitador de la educación es crear entornos y experiencias que lleven a los estudiantes a descubrir y construir el conocimiento por sí mismos, a constituirlos como miembros de comunidades de aprendizaje que descubren cosas y resuelven problemas.
Reflexionando, si el facilitador del aprendizaje es un guía, es porque él mismo ha vivido el aprendizaje que imparte en el aula, no solamente se deja guiar por planeaciones o libros de texto, sino también tiene la capacidad de hablar desde la experiencia profesional.
Gracias a la Reforma Educativa propuesta en el 2013, se creó la USICAMM (Unidad del Sistema de Carrera para Maestras y Maestros), misma que tiene como objetivo promover el desarrollo de la calidad educativa en los niveles de educación básica y media superior, regular los procesos de admisión de los docentes con el fin de evaluar que sus aptitudes concuerden con las expectativas del Sistema Educativo Mexicano.
Anteriormente, solo podían aplicar a buscar “plazas” aquellos que egresaran de una escuela normalista, sin embargo, en el 2013, se permitió que profesionistas egresados de otras instituciones educativas cuya naturaleza no es propiamente la formación normalista, pudieran participar en el concurso de oposición con el fin de obtener una plaza en los niveles básico y medio superior.
Esto al parecer dio una vuelta de 180° pues, en la teoría, la incorporación de profesionistas de otras áreas de conocimiento ha hecho que los alumnos sean guiados no solo con el contenido de los libros, sino también de la experiencia en el campo que los nuevos docentes, le incorporan a su trabajo diario.
Quién dice que los facilitadores de la educación no pueden ser una inspiración de las nuevas generaciones de alumnos, mismos que ahora están en el salón de clases, y que conviven con un experto en el área que puede llevarlos poco a poco a una orientación vocacional, y ser el parteaguas para tomar una de las decisiones más importantes en la vida: la elección de una carrera profesional.
Como lo menciona Tynjala s/f “aprender es llegar a ser capaz de reproducir conocimiento que otra persona ha creado” No habrá mejor ejemplo que la experiencia del facilitador en el proceso de aprendizaje.
Es así como el Estado, a través de las reformas educativas realizadas, se ha tratado de no solo garantizar la educación, sino también de darle un poco de mayor sentido a la misma, incorporando las necesidades del pueblo, así como la incorporación de la evolución de un mundo globalizado, en donde la innovación es fundamental para el desarrollo de la sociedad.
Para cerrar este tema, es imprescindible que tanto alumnado, padres de familia e instituciones educativas estén conscientes de que es necesario que el facilitador del aprendizaje tenga experiencia profesional en el área en que dará clases, porque sin ella, será imposible que otorgue una verdadera educación al alumno.
Es un reto complejo de alcanzar, porque en muchos lugares de México e incluso Latinoamérica dudan que un profesionista sea capaz de enseñar a las nuevas generaciones, sin conocer que ellos precisamente son los únicos capaces de guiar a los alumnos a conocer algo más que lo que dicen los libros de texto, sino realmente vivir la experiencia de la educación a través de la vivencia.
Será increíble el día en que un examen deje de ser una hoja llena de preguntas en donde memorizar es premiado, sino que se reconozca la labor que el facilitador logró para que el estudiante comprendiera y viviera los conceptos vistos en clase y los ponga en práctica en cualquier momento de su vida.
La educación se transforma día a día, la experiencia en la educación también, es hora de transformar usos y costumbres y que la educación no solo sea activa-pasiva, sino transformarla en doblemente activa con la conciencia que todos podemos aprender de todos.
Artículo desarrollado como parte de la asignatura Políticas Educativas Contemporáneas del Doctorado en Educación, a cargo de la Dra. Erika Ochoa Rosas.

Brenda Marlen Bello Briones
Estudiante de UO Global Universidad
Licenciada en Comunicación, Maestra en Mercadotecnia y Publicidad y actualmente, Doctorante en Educación.
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